GUILLERMO OYÁGÜEZ EN ARS MAGAZINE

Retazos de un pintor figurativo

El mundo del arte, y sobre todo aquellos que viven del arte, tienen un afán por dotar y adornar su trabajo y sus experiencias con algo más que aquello que salta a la vista. Las diferencias norte y sur, el hambre en el mundo, la crisis existencial, el neoliberalismo o el totalitarismo, por nombrar solo algunos, son a aveces los protagonistas de una mancha monocromática.

Guillermo Oyágüez es la contraposición a la filosofía del arte actual y representa todos aquellos valores que oráculos y críticos se esfuerzan por esquivar. Para empezar es pintor (¡qué antiguo!), figurativo (qué horror) y corresponde a ese escalón intermedio de pintores entre la superestrella capaz de acometer un encargo que requiere la mano de obras de miles de personas y el pintoresco caricaturista de la esquina. Debajo de una fachada de pasotismo y dejadez se esconde un artista seguro que ha luchado a contracorriente por defender un género que hoy en día es considerado obsoleto.

La naturalidad y el sentido del humor con que aborda sus comienzos también son inusuales. No hay ni un toque de victimismo o rencor en los recuerdos de este artista que, nacido en Málaga, pronto pasó a vivir a la capital. «Mi hermano y yo cumplimos los sueños de nuestros padres. En mi caso yo cumplí con el sueño de mi padre de ser pintor. Y Alfredo con la ilusión de mi madre de ser pianista… Siempre fui mal estudiante y tuve claro desde pequeño que lo mío era la pintura». A pesar de su expediente académico ingresó en la Facultad de Bellas Artes, donde se graduó en 1992.

Por Alfonso Carbajo.

Ars Magazine

mayo 2013